miércoles, 29 de julio de 2009

¿Dejá vù?

Podríamos decir que soy todavía un 'novato' en ésto de la afición ciclista, ya que me enganché a principios de milenio. Eso quiere decir que estoy entrado totalmente en la filosofía de equipo. En hacer, aunque parezca increíble, del ciclismo, un deporte de equipo. A pesar de que aquí no haya un balón para todos; tan sólo la meta dónde sólo uno puede entrar primero y una bicicleta para cada uno.

La figura del gregario llega a su máxima expresión en la preparación de un sprint. A diferencia de en la montaña, aquí medio metro de colocación suele ser crucial para tirar por el suelo tus aspiraciones o conseguir la victoria.
Primero hay que trabajar duro para echar abajo escapadas y, en los últimos kilómetros, hay que mantener un ritmo altísimo para evitar sustos y conseguir la mejor posición posible para tu líder en las volatas.

Es muy posible que recordéis imágenes de dos o tres filas de un par de corredores de equipos diferentes luchando en las rectas para entrar primeros en las curvas. Ésto es divertido, sin duda, pero deja demasiadas cosas al azar par el gusto de algunos, y aquí es cuando entra en juego el recuerdo del que hablaba.



No llegué a tiempo para ver a Il Bello Cipollini venciendo a los Abdoujaparov, Moncassin, Saitov, Jalabert y cia, y hasta desconozco hasta dónde llegaba el potencial del Saeco, pero sí que vi en sus momentos de gloria a los hombres de Ferretti; los Fassa Bortolo. Para los despistados, Alessandro Petacchi era su hombre rápido. A pesard e despuntar tarde, todo el mundo le señalaba como el heredero del trono de Cipollini, y cumplió con creces.
Arropado por los perfectamente organizados Tosatto, Bruseghin, Flecha, Baldato, Ongarato, Gustov... y lanzado por el incombustible Marco Velo, entre los años 2003, 2004 y 2005 se llevó la friolera de 37 etapas en las tres Grandes Vueltas.

Dejó a los McEwen, Freire o Zabel en simples seguidores de su rueda. Ver etapas se había convertido como ir a ver una película de la que ya sabes el final. Aburrían, pero eran, eso: asquerosamente perfectos. Creí haberlo superado, pero llevo un añito que, de nuevo, enciendo la televisión para ver ciclismo y creo haberlo visto antes.



Una inalterable línea amarilla avanza a 60km/h en dirección hacia la línea de meta. Poco a poco, van cayendo: cae Bert Grabsch, cae Bernhard Eisel, cae Maxime Monfort, cae Tony Martin, cae Michael Rogers, cae George Hincapie, Mark Renshaw se aparta y Mark Cavendish levanta los brazos. Así de fácil.

No parece que haya nadie capaz de seguirle, o de seguirles. Son dos equipos, un total de 18 hombres centrados todos en un mismo fin; y los resultados llegan.
Viejo zorro, y sin equipo, Alessandro Petacchi consiguió batir a Cavendish dos veces en el Giro pero, ¿podra alguna vez más, cómo nadie pudo con él?

Relevo generacional, le dicen algunos. Pasan los años, pero las cosas no cambian.

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